viernes, 30 de septiembre de 2011

LA ACTITUD...LABORAL (I)

     En el tema anterior reflejamos que la motivación es la voluntad de hacer algo y perseverar el tiempo necesario para conseguir un objetivo. En este descubriremos que esta motivación está directamente relacionada con nuestra actitud y con nuestra disposición de ánimo a hacer ese esfuerzo...bien podríamos decir que la actitud es el combustible que necesitamos para impulsarnos con el motor de la motivación por el sendero del éxito laboral.
     Muchos tratados y estudios se han escrito y hablado sobre ella por lo que no irá encaminada nuestra reflexión en esa dirección ampliamente desarrollados y conocidos en el campo de la cognición humana. Nuestro enfoque será sobre la repercusión que su presencia o ausencia tiene en nuestras empresas y en nosotros mismos desde un punto de vista económico, social y personal.
     Partamos de una premisa universalmente aceptada:
 " Debemos ser cada día más eficientes y mejorar nuestra productividad si queremos mantenernos en el mercado ".
     Por tanto, ya sabemos qué es lo que queremos y ahora investiguemos cómo conseguirlo y quiénes somos los responsables de su logro.
     Es evidente y cada vez está más arraigado en todas las culturas y lugares geográficos donde radican las empresas, que cualquiera de nosotros debe acceder a ella con una formación básica y mínima (académica o no) y unas ciertas capacitaciones (con mayor o menor grado de complejidad tecnológica) considerando a ambas como obvias y entendiendo que no están en ellas la diferenciación entre cada uno de nosotros. Digamos que llegados a este punto de maduración todos seríamos aptos para afrontar nuestra vida laboral, aunque no deja de ser cierto que lo primero depende exclusivamente de nosotros y del logro alcanzado en nuestra etapa docente y lo segundo es más responsabilidad de las Empresas dado que conlleva asociado una inversión económica en la respectiva capacitación y entrenamiento del personal (formación inicial y continua). Ahora bien, existe una tercera variable que depende, al igual que la motivación, de la implicación de ambas partes y ella es la ACTITUD.
     Así, creo que merece la pena detenernos a fondo en esta problemática actual tan determinante para alcanzar un aceptable nivel de productividad en la empresas, debiéndose tratar el tema como prioritario con la nueva realidad mundial : La globalización y apertura de los mercados.

COMPORTAMIENTOS CARACTERISTICOS DE LA FALTA DE ACTITUD LABORAL.
     Como es por todos conocidos el personal de una empresa se divide en dos grupos básicamente, los dirigentes (lideres y responsables superiores) y  los dirigidos (responsables medios y responsables/colaboradores), aunque después existen subgrupos y "tribus" internas en la selva laboral que trataremos en el siguiente tema.
     En ambos grupos se observan actuaciones lamentables de falta de actitud tales como:

- Apatía en la realización del trabajo donde la burocracia es la ley del caos.


- Deficiente capacidad de observación y de escucha en los foros del conocimiento.

- Pasividad generalizada, donde impera el conformismo por no decir el vicio de aplazarlo todo.

- Ansiedad, que nos aporta la percepción de sentirnos no capacitados para desarrollar las tareas.

- Impuntualidad en no iniciar y/o terminar las tareas asignadas o comprometidas.

- Ineficiencia al no existir una adecuada planificación y organización que nos ayuden  a priorizar.

- Desinterés por aprender al no adquirir el habito de la formación continua dentro de la Empresa y  en paralelo a los cambios establecidos en nuestro entorno.

- Inexistencia de parámetros de control que nos ayuden a cumplir los hitos establecidos.

- Relaciones interpersonales protocolarias que nos impiden relacionarnos de manera sincera con los demás (a todos los niveles).

- Aburrimiento dado por el exceso de capacitación ante los retos o tareas asignadas.

- Exceso de comodidad manteniendo una inercia residual permanente que no nos permite adoptar nuevos comportamientos que rompan paradigmas establecidos.

- Ausencia de trabajo en equipo donde la empresa se convierte en una proliferación de islas (departamentos) con sus respectivos "arrecifes coralinos" (barreras de comunicación) que impiden el flujo normal de corrientes (conocimientos e información) de un archipiélago a otro.

- Etc.
     Es decir, en general, trabajamos para cobrar el salario pero no para desarrollarnos profesionalmente.
     Entre las razones que nos aportan los eruditos en la materia como explicación a los anteriores comportamientos cabe destacar que la argumentación principal es la sedimentación mental de unos vicios adquiridos en nuestro proceso educativo tanto en el ámbito familiar como docente donde, en el primero, nuestros padres producto de ese gran amor que nos tienen, se tornaban en muchas ocasiones permisivos ante nuestras obligaciones y responsabilidades y posteriormente en los colegios, institutos y universidades a muchos de nosotros nos acostumbraron a estudiar siempre por el método de seguimiento de un texto guía señalado con escaso espíritu de investigación.
     Es decir, en general, aprendíamos para aprobar pero no para desarrollarnos intelectualmente.
     O sea que, bien podríamos decir que lo normal es que hayamos llegado al mundo laboral por la vía del menor esfuerzo posible. Y eso supone un  tiempo promedio desde nuestro uso de la razón (7-8 años) de una media de unos 18-20 años de convivir con una actitud adquirida que como consecuencia de esta evolución nos hace acceder al trabajo avalados por un inventario de conocimientos, experiencias y peligrosos vicios que nos dificultaran crecer como personas y como profesionales.
     Por tanto y aceptando el planteamiento genérico expuesto ¿que nos hace pensar que las personas en nuestros trabajos vamos a mostrar una predisposición positiva hacia los quehaceres diarios?. Pues en principio, nada, excepto si tuviéramos la gran suerte de trabajar en aquello que nos apasiona, cuál si de nuestro mejor hobby se tratara, y encima nos pagasen por ello.
     De esta manera podemos afirmar que la actitud es una predisposición de tipo emocional y como tal, tiene un gran impacto en la conducta profesional ya que condiciona la forma en la cual somos proclives a sentir y mirar la realidad. Es generalmente inducida y tiende a permanecer bastante estable con el tiempo y una vez formada, es muy difícil que se modifique.
     Los valores humanos de las personas no son lo mismo que las actitudes pero sí están muy interrelacionados con ellos en su conformación original dado que, al igual que estas, las adoptamos de nuestros padres, maestros y grupos sociales a los que pertenecemos.
     Podremos nacer con cierta predisposición pero a medida que vamos evolucionando y pasando distintas etapas de nuestra vida, vamos adoptando los que vemos de las personas que respetamos, admiramos o incluso de las que nos generan predisposiciones negativas. Es decir, la actitud se va moldeando con la observación de los demás con lo que ello implica de positivo o negativo en una organización empresarial. No obstante, las actitudes pueden mejorarse si ponemos empeño y disciplina en ello debiendo adoptar esta predisposición sin llegar a su necesidad por la vía de la urgencia o el límite por las repercusiones desfavorables que ello nos comportaría si no decidiéramos emprender una "conversión" en nuestro estilo de vida laboral.
     También puede parecer que aparentemente la actitud personal es lo mismo que la motivación personal y no es así, sin la primera puede existir la segunda aunque tenga una connotación casi masoquista (mi actitud es mala pero mis resultados buenos por mi fuerza automotivadora basada en factores intrínsecos) pero sin ella seremos incapaces de ayudar a los demás a desarrollarse dentro del equipo.

COMO DEBE SER LA ACTITUD DE LAS EMPRESAS.
     El desafío interno cotidiano de quienes dirigen/lideran las empresas debe ser lograr y mantener que quienes colaboramos en ellas nos embargue, de forma permanente, esa "actitud positiva" inquebrantable y honesta para dar todo lo mejor de nosotros mismos durante el tiempo de permanencia en ella.
     Con esta argumentación no trato de fomentar que las empresas intenten apasionarnos con nuestro trabajo pero sí, nuevamente, poner de manifiesto que su principal objetivo respecto a este asunto es conseguir (no intentar) crear el clima laboral donde podamos DESARROLLARNOS (sí sí, en mayúsculas) de forma comprometida.
    Por tanto, la primera cuestión estratégica en la política del Departamento de "recursos humanos" (recordaré hasta la saciedad que esta denominación maldita debiera desaparecer) es reclutar colaboradores con entusiasmo, con capacidad de compromiso, es decir con ACTITUD (dice un amigo mío con responsabilidades en este campo que dentro de su Empresa sólo contrata personas aptas con "chispa en la mirada"...buena observación).
    Así, fomentemos el cambio de paradigma y no reclutemos capacidades y conocimientos Nº 1 de promociones, cursos de doctorados, MBA´s o "tropecientos mil cursos en...", contratemos personas con este gran potencial y gran valor diferencial de hoy día que es la actitud. No creo que el problema de las Empresas sea encontrar personas preparadas (APTAS) sino predispuestas (ACTAS).
     No intentemos, con falsas políticas como el "empleado del año" y similares, alcanzar la utópica pasión laboral definida como la afición inequívoca e inquebrantable en nuestras funciones o tareas asignadas que hagan posible que desarrollemos nuestra actividad ordinaria transformándola en extraordinaria porque, lo más seguro, es que prediquemos en los desiertos de la incomprensión, de la apatía y del "pasotismo"...busquemos el COMPROMISO LABORAL, busquemos el engagement.
     Para ello las empresas si no pueden invertir en políticas que tiendan a mejorar la motivación, la actitud y por ende la autoestima de sus colaboradores, han de conseguir que todos nos impliquemos para paliar nuestra general y natural falta de entusiasmo en el trabajo y la mejor forma de conseguirlo es, en contra de lo que la gran mayoría de los "responsables" de las empresas creen, con la implementación de los denominados por Tom Peters como factores blandos. Entre estos podíamos citar algunos como:
- Exigir ser educados con subordinados y semejantes (colaboradores internos).
- Exigir ser respetuosos con subordinados y semejantes (colaboradores internos).
- Exigir ser amables dialécticamente con subordinados y semejantes (colaboradores internos).
- Exigir ser agradables en el trato con subordinados y semejantes (colaboradores internos).
- Exigir sinceridad y transparencia en nuestros compromisos con subordinados y semejantes (colaboradores internos).
                        Nota: La repetición machacante es para los que no se enteran a la primera.
     Estas actitudes básicas, elementales Y DE BAJO COSTE son más que suficientes para favorecer una coordinación cruzada (interrelación entre departamentos y miembros de la Empresa) de forma casi automática y generar las condiciones necesarias (aunque no suficientes) para poder fomentar el compromiso de cada uno de sus miembros. 
     El método más simple y económico para descubrir y medir las actitudes existentes en nuestra empresa, es levantar un "censo de opiniones anónimo" porque, si bien es cierto que una actitud no es exactamente una opinión, las opiniones de un grupo o de un individuo proporcionan claras indicaciones sobre sus actitudes. De esta analítica podremos deducir el estado anímico de una persona o general de la organización, aportándonos mucha información relevante tal como las dificultades y capacidades que nos animan o frustran en nuestras actividades cotidianas. Nos va a medir el nivel de desarrollo del talento personal que tenemos en nuestra organización y que no sólo se basa en la preparación docente o intelectual sino SOBRE TODO de la actitudinal, relacional, etc.
     Otro factor importantísimo desde el punto de vista de la política de la empresa es su actitud ante los despidos de personal, sean por las causas que sean y fuere por la vía que fuere. Debemos ser conscientes que gestionar bien la salida de un empleado es más importante aún que contratarlo bien, dado que la primera deja una huella muy difícil de borrar en el resto de colaboradores y afecta directamente en la actitud de los mismos. Pensemos que la contratación a una persona es un acto privado y con escasa información sobre las condiciones de la misma, pero el despido se convierte en un acto público y con TOTAL información sobre sus motivos y condiciones realizadas con lo que ello supone y representa, positiva o negativamente, para el resto de colaboradores que permanezcan en la empresa.
     Cierto es que muchas veces las formas las desvirtúan el fondo económico que se transluce en casi todos los casos de despido pero ello no justifica la inexistencia, casi total, de la ELEGANCIA en tan delicada y sensible situación. Como muestra adjunto un enlace sobre la cada vez más habitual y nefasta implantación del e-despido:
                                                  http://online.wsj.com/article
     Por tanto, las Empresas (bueno mejor dicho las políticas de las empresas dado que a estas la considero como un ente amorfo sin ellas) han de ser consciente de que las personas se "bloquean" intelectualmente y, sobre todo, emocionalmente, lo que impide que el talento de las mismas se manifieste, la eficiencia decaiga y la productividad de las Empresas se resienta.
     Las Empresas que no fomenten, al menos, estas actitudes fáciles de adoptar (cero costes) están abocadas al mayor de los fracasos, teniendo que hacer frente o bien a la evasión de talento (los que tengan grados de libertad para ello, claro) o a la MEDIOCRIDAD de un personal que no fluye por falta de actitud.